Pasear, cocinar, limpiar... así podemos meditar en nuestras actividades cotidianas
ene, 2025 Meditación, Mindfulness
Alexis Racionero (www.lavanguardia.com/)
Pensamos que meditar es una actividad muy sofisticada, solo apta para practicantes expertos, pero desde el mindfulness y otras disciplinas se postulan formas de meditación informal. Lo importante no es ser un experto meditador, sino alguien que es capaz de bajar al cuerpo para templar su mente. Esto podemos hacerlo con sencillas prácticas cotidianas en las que no ponemos a trabajar nuestra parte racional.
Se trata de meditar mediante acciones manuales o artesanales, como restaurar un mueble, hacer un dibujo, colgar una estantería o incluso con actos tan simples como lavarse los dientes o comerse una pieza de fruta. La cuestión es hacerlo en lo que llamamos atención plena. La idea es enfocarnos en una sola acción, prestándole todos nuestros sentidos, más allá de la dispersión en la que vivimos.
Las formas de meditación informal son la solución para todas aquellas personas que tienen dificultad en permanecer en silencio, sin mover el cuerpo, en esa postura fácil exigente que pide sentarse en flor de loto, con las piernas cruzadas sobre un cojín. Hay vida más allá de la meditación tradicional.
Ciertamente, si uno quiere entrar en experiencias de profunda meditación como las que se realizan en el zen o el vipassana es necesario un training. El aprendizaje silencioso exige horas de práctica, limando nuestra personalidad, al tiempo que vamos indagando sobre nuestros miedos, anhelos e inquietudes. La meditación tradicional es en su esencia, medicina para la mente, así como un excelente medio de autoconocimiento. No obstante, no hay que obsesionarse por llegar a ella. Si tenemos dificultades, la meditación informal puede ser una excelente alternativa.
Caminar disfrutando de cada paso que damos y siendo conscientes de ello es un muy buen ejercicio
Cualquier forma de meditación sana la agitación mental y el estrés en el que tendemos a instalarnos sin darnos cuenta. El bienestar llega cuando calmamos nuestra mente y somos capaces de enfocarnos en la experiencia que estamos viviendo. No importa si es algo tan rutinario o mecánico como fregar platos. De hecho, esta práctica es una de las meditaciones informales más defendidas por el gran maestro Thich Nhat Hanh.
La base es desarrollar actividades que nos lleven a vivir la vida con plena consciencia. Para ello hemos de entrenarnos en centrar la atención en una sola cosa. Cualquier actividad que traiga a la mente de regreso a nuestro cuerpo es válida. No sirve hacer crucigramas, sudokus o cualquier tipo de ejercicio mental. Cocinar es otra de las grandes formas de la meditación informal. Si vamos descubriendo aquellas que mejor nos funcionan, entraremos en esa consciencia plena que aporta paz y felicidad. Masticar una manzana de forma lenta y parsimoniosa puede ser otra excelente meditación. Atendiendo al sabor, la textura, la temperatura en la boca, ingiriendo muy despacio con atención.
Debemos borrar esa idea que ciertos momentos o actividades del día son perder el tiempo. Ese paseo con tu hija volviendo del colegio, el espacio que pasas pelando patatas, sacar al perro u ordenar ropa en el armario, pueden ser acciones cotidianas, qué acometidas en atención plena, sirven para ganar bienestar y equilibrio mental. La diferencia está en la actitud meditativa que uno aplica a estas tareas. Solo hay que enfocarse sin dejarse llevar por los estímulos y distracciones que casi siempre nos rodean. Hay que desconectar para centrar la atención de forma verdadera.
El multitasking sirve para ser eficientes en muchos frentes, pero si no somos capaces de ponernos en modo off algunas veces al día, podemos llegar a ese estado de burn out. Hay que saber bajar el ritmo de vida que llevamos para ser más productivos y al mismo tiempo saludables. El estrés, la impaciencia o la reactividad nos hacen arder en estados cercanos al infarto de miocardio.
El doctor Jon Kabat-Zinn, padre del mindfulness, habla de traer de vuelta la atención errante o dispersa, buscando siempre la calidad de la presencia. Uno de los atractivos de esta disciplina es que es laica. No tenemos que adoptar ningún artificio cultural o creencia injustificada. Lo único requerido es prestar la máxima atención al flujo de experiencias en todo momento. Las actividades cotidianas en estado mindfulness reducen la ansiedad y aportan tranquilidad mental, entre otros factores.
Meditar informalmente es algo accesible para cualquier persona. No hay condicionantes de edad o estado físico. Normalmente, lo que mejor funciona son actividades artesanales, artísticas o simplemente rutinarias como barrer o tender la ropa. Todo vale si somos capaces de poner la atención en una acción determinada, liberando la mente y dejando que esta se relaje.
Meditar caminando
Esta práctica consiste en caminar siendo conscientes de que estamos caminando. Ponemos la atención a cada paso que damos. Para ello, lo hacemos de forma lenta y parsimoniosa, como si exploráramos la experiencia de caminar. Redescubriendo el sentido de cada paso. Caminamos tranquilamente, disfrutando del andar. Sentimos el contacto de los pies con la tierra y atendemos al flujo de nuestra respiración.
Mientras tanto, desde esta atención al caminar, nos liberamos de la cadena de pensamientos. Mantenemos la atención al presente y armonizamos movimiento y respiración. Cada dos pasos inspiramos y cada dos, expiramos. A lo largo de esta caminata meditante, vamos relajando las partes del cuerpo, sintiendo como la gravedad nos ancla a la tierra. Relajamos hombros y brazos, al tiempo que alineamos la columna poniendo consciencia en su verticalidad. Los sentidos se conectan con todo lo que rodea nuestro caminar, sin irnos del presente y la experiencia de caminar. Cada paso es curativo para nuestra mente. Solo se hace camino al andar…
Comer con plena consciencia
Alimentarse puede ser otra meditación informal si lo hacemos de un modo consciente. De un inicio, agradecemos a la cadena que ha hecho posible el alimento que vamos a comer. Por ejemplo, si es una manzana, pensamos en quién la sembró y recolectó. La miramos con atención, atendiendo a su brillo y color. Nos preparamos para masticar pensando en cómo las papilas gustativas van a recibir su sabor y la experiencia de transformar el alimento en energía vital. Comer con plena consciencia implica no hacerlo apresuradamente y con avidez.
Una vez mordemos la manzana, masticamos muy lentamente, permitiéndonos saborear cada bocado. La textura y temperatura en la boca, el sabor… Masticamos cada pedazo de manzana al menos, treinta veces, aprendiendo a desacelerar. No hay prisa en tragar. Saboreamos la manzana como si fuera la primera vez que comemos una. Sentimos la paz de estar en el momento presente, sin nada más que hacer que comer una manzana. No hay ruidos, ni pantallas ni distorsiones. Al finalizar, dejamos un espacio de tiempo para digerir y agradecer el alimento recibido. Tan solo el hecho de comer en silencio y sin distracciones puede cambiarnos la frecuencia mental.
Práctica para extender la meditación informal
Tal y como indica el doctor y especialista en mindfulness Javier García Campayo podemos realizar sencillos ejercicios para incorporar la meditación informal como una filosofía de vida.
Programamos una alarma para que suene en nuestro móvil en diferentes momentos del día. Elegimos un sonido suave y agradable. Los sonidos tradicionales orientales como cuencos tibetanos o gongs japoneses también suelen ser útiles. Cada vez que suene la alarma, dirigimos la atención a aquello que estamos realizando en ese momento.
Conectamos con nuestro cuerpo y respiración, tomando consciencia de cada uno de tus sentidos en relación a la actividad que estamos desarrollando. Si la atención se dispersa, repetimos el ejercicio cuando aparezca el sonido de la alarma otra vez. Con el paso del tiempo, observaremos como nuestra atención se mantiene más fácilmente en lo que hacemos en cada momento, sin importar qué tipo de actividad sea.
Hay que saber bajar el ritmo de vida que llevamos para ser más productivos y al mismo tiempo saludables
Otra práctica puede ser elegir alguna actividad que llevemos a cabo varias veces a lo largo del día. Puede ser conducir hasta el trabajo, ducharnos, fregar platos, cocinar, etc. Cada vez que la estemos haciendo, mantenemos la atención en ella. Progresivamente, extendemos nuestra atención a otras actividades nuevas, sin abandonar las que ya hacías anteriormente. De esta manera, nuestra actividad diaria será una práctica meditativa tan potente como la meditación formal.
La clave de toda meditación informal está en la atención plena. La meditación informal se lleva a cabo sin adoptar la postura específica de meditación, ni dedicando un tiempo concreto a ella. Simplemente, somos conscientes de lo que hacemos momento a momento, como cuando nos aseamos por la mañana. Primero entramos en la ducha y atendemos a todas las sensaciones sin dejarnos llevar por los pensamientos o las emociones. Luego, nos limpiamos los dientes, nos enjuagamos la boca, nos aplicamos crema facial y acabamos perfumando nuestro cuerpo…
Cualquier actividad de nuestro día a día puede convertirse en una forma de meditación informal. Meditar está al alcance de todos. Si no enseñamos a nuestra mente a permanecer en el presente es fácil que el estrés y las preocupaciones nos atrapen. Todas las formas de meditación acaban siendo una excelente gimnasia mental y un camino hacia nuestro propio bienestar.