Al ser conscientes de nuestra respiración, nos preparamos para adentrarnos en el momento presente sin miedo a perdernos o vernos arrastrados a la ignorancia y la confusión. Al tiempo que efectuamos cada una de nuestras tareas cotidianas, reposamos con amabilidad en la consciencia de la respiración. Si caminamos en el exterior o en el interior de nuestro hogar, lo hacemos mientras atendemos tranquilamente a la respiración. Y lo mismo se aplica a trabajar en el ordenador, jugar con nuestros hijos, ducharnos, hacer el amor o hablar por teléfono con un amigo: tenemos que realizar todas estas actividades mientras tratamos de ser conscientes de cada respiración.
Al principio, la práctica de observar la respiración requiere un esfuerzo deliberado y es fácil distraerse. No debemos preocuparnos ni culpabilizarnos
cuando eso suceda. Si dejamos de ser conscientes, todo lo que tenemos que hacer es reconocer que nuestra atención se ha desviado y luego devolver amablemente la consciencia al ciclo respiratorio. De hecho, cada vez que nos damos cuenta de que hemos perdido la concentración y caído en la distracción, debemos felicitarnos en silencio por haber reconocido de nuevo que la mente se ha perdido. Cobrar consciencia de la tendencia de la mente a distraerse es uno de los primeros signos de que estamos progresando y de que nuestra práctica avanza en la dirección correcta.
Aunque la práctica de la atención a la respiración requiera un esfuerzo deliberado y suponga todo un cambio en la forma en que normalmente vivimos nuestra jornada, insistir en la práctica hace que ser consciente de la respiración se convierta en algo natural y que, con el tiempo, la práctica se produzca de manera casi automática. Tras haber experimentado los beneficios de la atención a la respiración, empezamos a percibir hasta qué punto, antes de adoptar la práctica de vivir de manera consciente, estábamos expuestos al estrés, la confusión y el agotamiento. Cuando prestamos atención a nuestra respiración de la manera correcta, el cuerpo entero se vuelve ligero y se llena de energía, como si fuésemos transportados por un viento tranquilizador que nos sostiene con delicadeza y nos acompaña dondequiera que vayamos. Esto concuerda con las investigaciones científicas que prueban que la respiración consciente facilita la relajación y propicia el enlentecimiento de la frecuencia cardiaca, la frecuencia respiratoria, la tasa de transpiración y otras funciones corporales controladas por el sistema nervioso autónomo.
Prestar atención a la respiración nos permite relajarnos en el momento presente. Con independencia de lo que experimentemos, no solo lo observamos, saboreamos y disfrutamos, sino que también lo dejamos ir. Inspiramos percibiendo y experimentando nuestro entorno externo, y espiramos percibiendo y experimentando nuestro entorno psicológico interno. Los sonidos van y vienen, las visiones van y vienen, los olores van y vienen, las sensaciones van y vienen, y los pensamientos y sentimientos van y vienen. Ocurra lo que ocurra, acompañamos a la respiración, permitiendo que el momento presente se despliegue a nuestro alrededor. Pero no solo observamos el momento, sino que también participamos en él. Mientras respiramos de manera consciente, el presente se convierte en nuestro hogar y, en consecuencia, nunca podremos perdernos.
Al anclarnos en el aquí y ahora mediante la respiración, estamos disponiendo los cimientos meditativos imprescindibles para recorrer el camino del guerrero atento, que es capaz de aceptar y de relacionarse con cualquier cosa que le aporte el momento presente. La razón es que su respiración se ha convertido en su lugar permanente de residencia. Dado que siempre es consciente de su respiración, siempre está en su hogar. Nada puede sacudirlo o hacer que entre en pánico. El guerrero atento es incondicionalmente valeroso y confiado en todo lo que hace. Inspira y se dice a sí mismo: «Inspirando, soy completamente consciente de mi respiración». Y, cuando espira, dice: «Espirando, estoy vivo, soy perfectamente libre y no tengo miedo». El guerrero atento entiende que se halla profundamente conectado con la tierra que lo rodea. Sabe que, al inspirar, es el universo el que inspira, y que, al espirar, es el universo el que espira.
(Fuente: Shonin, Garcia Campayo y Van Gordon. El guerrero atento. Kairos, 2018)