La pérdida de memoria por depresión ¿en qué consiste?
feb, 2019
La mente es maravillosa. Valeria Sabater
Cuando hablamos de depresión, visualizamos casi al instante a una persona tumbada en el sofá o en su cama con las persianas bajadas. Relacionamos este trastorno psicológico con quietud, abatimiento e indefensión. Sin embargo, la depresión en muchos casos es “portátil”, son miles las personas que se enfrentan cada día a sus responsabilidades cotidianas con esa herida invisible interfiriendo en casi cualquier aspecto, en cualquier actividad.
La depresión afecta de forma negativa a la memoria episódica y al recuerdo de los sucesos vividos.
Porque la depresión va más allá de un estado emocional concreto. Esta condición es desorden interno, es agotamiento físico, es desgana, apatía, es la desesperanza instalándose como un troyano en la mente y es por encima de todo, deterioro en el funcionamiento cognitivo. Esto último constituye sin duda un aspecto relevante del que no se habla muy a menudo. Y, sin embargo, es esencial tenerlo en cuenta para constituir un enfoque terapéutico más integral, ajustado y sensible.
La pérdida de memoria por depresión, ¿qué me ocurre?
Dificultad para entender indicaciones y aún más para ofrecerlas. Problemas para entender lo que escuchamos o leemos. Tener el nombre de alguien en la punta de la lengua y no recordarlo. Quedarnos en blanco mientras conducimos sin recordar a dónde nos dirigíamos. Percibir que las personas se enfadan con nosotros porque no los atendemos mientras hablan. Vivir cada vez más malentendidos con quienes nos rodean y que sean porque no conseguimos centrar la atención, recordar lo que nos dicen, hacer deducciones sencillas, etc.
Como vemos la pérdida de memoria por depresión va más allá de simples olvidos. Es vivir envueltos en una niebla mental, donde todo parece quedar demasiado lejos o demasiado difuso como para poder centrar la atención y comprender qué ocurre, donde estamos, qué se nos pide. Todo ello genera malestar, incomprensión social y lo que es peor, se agrava la sensación de abatimiento.
¿Por qué ocurre todo esto? ¿A qué se deben todos estos procesos tan desgastantes?
Neuronas “aceleradas”
El estrés es, por término medio, un factor más que promueve el riesgo de depresión. La sensación de amenaza, el miedo, la presión, la sensación de alerta, la angustia… Todo ello son dimensiones que promueven la liberación de glucocorticoides, siendo el más común el cortisol.
Un cerebro regido por el impacto del cortisol trabaja de modo diferente. Las neuronas están “aceleradas” y promueven procesos tan conocidos como la rumiación, la preocupación, los pensamientos obsesivos… Ante esta hiperactividad, lo que sucede es algo muy gráfico. Para reducir está sobreactivación y el agotamiento e incluso la muerte neuronal, estas células proceden a “desconectarse”.
La información deja de transmitirse con tanta agilidad, se olvidan cosas, la memoria se debilita y el cerebro de pronto se enlentece para entrar en modo “pause”.
El hipocampo reduce su tamaño
La pérdida de memoria por depresión tiene también su origen en una estructura cerebral muy concreta: el hipocampo. Esta región, entre otras funciones, se encarga de almacenar la memoria. Por llamativo que nos parezca, es esta área la más afectada por el efecto del cortisol. Es casi como esa diana donde va toda la toxicidad de los glucocorticoides. En caso de que la depresión se vuelva crónica o suframos episodios recurrentes, su tamaño se verá cada vez más reducido.
No obstante, cabe señalar que el hipocampo es una de esas estructuras caracterizadas por una gran plasticidad. Con terapia, ejercicios de memoria y estrategias cognitivas adecuadas puede volver a su tamaño original para mejorar nuestra atención, recuerdo, etc.
Los circuitos dopaminérgicos
Una realidad que caracteriza a las personas con depresión es la anhedonia. Con este trastorno psicológico perdemos la capacidad para disfrutar de las cosas más simples, de experimentar interés, placer, motivación, energía para iniciar algo nuevo, para salir de casa, emprender, conectar…
Los circuitos dopaminérgicos son los encargados de “recompensarnos” por este tipo de cosas. Por esas actividades que el cerebro considera positivas. Ahora bien, un cerebro deprimido es un órgano donde la dopamina ya no funciona de manera efectiva. Y con ello, cambia todo y todo se altera. Perdemos la motivación y lo que es más importante, un déficit en este neurotransmisor implica también la aparición de alteraciones en el sistema serotoninérgico, glutamatérgico, en los opioides y los endocannabinoides…
Si todos estos sistemas y procesos neuroquímicos no funcionan como deberían, perdemos la curiosidad, la capacidad de atención, la agilidad para aprender, para guardar nuevos datos y recuperarlos, para tomar decisiones de manera efectiva…
¿Qué podemos hacer?
La pérdida de memoria por depresión es un hecho. Sin embargo, cada persona lo experimentará de un modo particular. Se sabe, por ejemplo, en la depresión leve a moderada ese déficit cognitivo es recuperable mediante terapias cognitivas, ejercicios, grupos de autoayuda, etc.
Ahora bien, en los casos más graves es necesario una estrategia multidisciplinar, donde el enfoque farmacológico se combine con terapias psicológicas, con terapias enfocadas al trabajo de la memoria e incluso con complementos dietéticos basados en magnesio y vitaminas del grupo B. Asimismo, tampoco podemos descuidar lo importante que es contar con el apoyo de nuestro entorno. La comprensión, la cercanía y la sensibilidad hacia esa persona con depresión es esencial.