Jesús Porta, neurólogo: «Si no cuidamos el cerebro, dejamos de ser nosotros»
El vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología explica cómo proteger y potenciar la capacidad de aprendizaje de nuestro cerebro.
Si algo sabemos sobre la condición humana es que somos seres que se adaptan a casi cualquier situación o circunstancia. Para lograr esa adaptación, los humanos somos capaces de aprender de nuestro ambiente e incorporar estos aprendizajes en rutas o patrones que funcionan enviando información a nivel microscópico de neurona a neurona, a través de la sinapsis. De esta función fundamental del cerebro dependen gran parte de los procesos que nuestro organismo lleva a cabo y, de manera más filosófica, de ella depende también nuestro ser. «El cerebro somos nosotros», resume el doctor Jesús Porta, vicepresidente de la Sociedad Española de Neurología.
En este sentido, la adaptación de nuestra mente a los cambios, fenómeno que se conoce como plasticidad neuronal o cerebral, es crucial. No solo para mejorar nuestra rehabilitación tras lesiones cerebrales o ictus, sino para entender por qué nuestra mente se comporta de la forma en que lo hace. El conocido refrán «Un perro viejo no puede aprender nuevos trucos» tiene cierto sentido desde el punto de vista neurológico: con los años, nuestro cerebro va perdiendo plasticidad. «Cuando nosotros aprendemos o modificamos nuestro cerebro a lo largo de la vida, se va produciendo esta reacción que nos adapta en función del entorno. Esto es algo que utilizamos habitualmente no solamente desde el punto de vista positivo, sino que también tiene un punto negativo. Por ejemplo, los aprendizajes negativos de los pacientes que tienen cuadros de pánico asociados a fobias. Tener crisis de pánico asociadas a determinadas circunstancias hace que se genere un aprendizaje patológico en general. Tienes un ataque de pánico en un ascensor y eso te genera secundariamente una claustrofobia», señala Porta. Con su ayuda, intentamos comprender un poco más profundamente el fenómeno de la plasticidad cerebral.
—¿Cómo surge el concepto de plasticidad neuronal?
—Es un concepto que parte de las ideas de Santiago Ramón y Cajal. La idea fundamental es que las neuronas no son una red, no están conectadas eléctricamente, sino que están conectadas mediante sinapsis. Entonces, la modificación de estas sinapsis nos va a permitir cambiar para adaptarnos. Estos cambios son morfológicos y microscópicos. Al final, la actividad sináptica es un espacio muy pequeñito. Pero esos cambios van a hacer que el cerebro se modifique. Esto va ocurriendo en varias circunstancias que tienen un aspecto fisiológico.
—¿De qué depende la capacidad de plasticidad neuronal?
—De muchos factores. Hay factores moleculares y genéticos que van a influir. Y depende también de las áreas del cerebro, que se pueden adaptar a unas circunstancias u otras. Esto es en circunstancias normales. Luego, tenemos el aspecto de la plasticidad neuronal en el proceso de recuperación. Lo vemos con mucha frecuencia en patologías en las que se producen lesiones cerebrales, especialmente en el ictus. Hacemos la trombectomía de manera aguda al paciente; luego, las neuronas que están en fase penumbral comienzan a funcionar, y luego viene la fase de plasticidad neuronal y la adaptación del resto del cerebro a las nuevas circunstancias. Cuanto más pequeña es la persona, más facilidad va a tener para mejorar.
—¿Perdemos plasticidad neuronal con la edad?
—Las neuronas, cuando somos pequeños, tienen más potencia prospectiva, es decir, más capacidad de adaptarse a funciones distintas. Y cuanto mayores somos, tenemos más significación prospectiva: más capacidad de crecer en las funciones que ya tenemos. Por eso, la plasticidad neuronal en niños es muy grande y de repente vemos resonancias magnéticas de niños a los que les faltan partes extensas del cerebro y, sin embargo, tienen un comportamiento y una inteligencia normal, mientras que esto en un adulto es prácticamente imposible. Se pueden adaptar, pero de una manera mucho menor. También podemos tener una plasticidad neuronal patológica. Esto es que se generan enfermedades probablemente causadas por una plasticidad neuronal inadecuada. Una de ellas es la distonía. Hay distonías profesionales que tienen algunos músicos, por ejemplo, que pueden estar relacionadas con esto.
La sinapsis es el espacio entre el extremo de una neurona y el comienzo de otra. Los impulsos nerviosos se transmiten de una neurona a otra por medio de sustancias químicas que se llaman neurotransmisores. Una neurona libera los neurotransmisores hacia la sinapsis y la siguiente célula los recibe. La célula vecina puede ser otra neurona, una célula muscular o una célula glandular.
—¿Por qué es tan característica de la infancia esa potencia prospectiva?
—El ser humano es totalmente dependiente de su entorno para su desarrollo. Nuestro desarrollo cerebral es extraútero. Esto hace que el cerebro tenga una serie de hitos evolutivos a lo largo de su desarrollo, que son momentos en que es fundamental tener un estímulo externo para que la corteza cerebral se desarrolle. El primero de ellos es la vista. Los niños, cuando nacen, no ven. La corteza occipital se va desarrollando una vez que hemos nacido y depende de los estímulos visuales. De ahí que a los niños que nacen con cataratas congénitas haya que operarlos relativamente pronto porque si no, nunca van a ver, porque no desarrollarán la corteza occipital. Esas neuronas tienen esa capacidad de perspectiva, lo mismo pasa con el lenguaje. Tenemos una época de adquisición del lenguaje que suele ser entre los dos y los cinco años. Y si no lo adquieres en ese momento, luego es mucho más difícil la adquisición lingüística. Cuando eres mayor, las neuronas ya se han definido en lo que van a hacer. Esto se ve en cosas como la música. Un niño puede aprender a tocar el piano perfectamente, y luego, ya de mayor, uno se pone a tocar el piano y es penoso.
—¿Es verdad que cuando somos mayores nos cuesta más aprender?
—Son etapas distintas. Los niños tienen más capacidad para adquirir nuevas funciones, sobre todo práxicas, de aprendizaje de patrones motores. Lo ves en deportes, por ejemplo. Pero una vez que tienes un conocimiento, profundizar en ese conocimiento es mucho más fácil para un adulto que para un niño. La capacidad de abstracción que a veces necesitamos la tienen más desarrollada los adultos. Sin embargo, la adquisición de patrones y memoria motora, los niños lo tienen mucho más fácil. El lóbulo frontal, que participa en la abstracción, se sigue desarrollando hasta después de la adolescencia.
—¿Cuál es el rol de la plasticidad neuronal en el desarrollo de demencias?
—En los casos de demencia se disminuye muchísimo esa capacidad. Hay dos fenómenos, uno que conocemos y otro que intuimos. Lo que conocemos es que en enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer u otras demencias hay una reserva neuronal disminuida y esto hace que, probablemente, la plasticidad neuronal baje muchísimo en estos pacientes. Por eso es muy importante intentar mantener las funciones que el paciente tiene, pero la estimulación cognitiva, que es lo que recomendamos en estas enfermedades, no busca recuperar funciones perdidas porque es muy, muy difícil recuperar lo que han perdido, porque no tienen esta capacidad, hay mucha menos sinapsis.
Lo que intuimos es que, en las fases iniciales, cuando perdemos algunas funciones, el cerebro se fuerza y genera una sinapsis de plasticidad cerebral para mejorar temporalmente las funciones que se están perdiendo. Pero eso se mantiene un tiempo y luego ya se pierde en las enfermedades neurodegenerativas. Es diferente al daño cerebral, que es la primera causa de discapacidad en el mundo, o, por ejemplo, un traumatismo craneoencefálico. Ahí sí que se busca recuperar, porque existe plasticidad neuronal y pueden recuperarse las funciones que ha perdido la persona, con una rehabilitación cognitiva, frente a la estimulación cognitiva, que son dos conceptos distintos.
—¿Hay posibilidad de mejorar la plasticidad cerebral?
—Sí. Hay que estar cognitivamente activo, socializar y hacer ejercicio. Esas son las tres bases. El ser humano necesita ejercicio físico, sin duda. Y cada vez deberíamos hacer más. Y necesitamos estar cognitivamente activos, que no es leer el Ulises de Joyce. Estar activo es que cada uno en su ambiente busque los estímulos que le parezcan más adecuados: aprender a tocar un instrumento, ver películas en otros idiomas. Y luego, la socialización. Con la pandemia hemos visto que las personas mayores sin antecedentes de deterioro cognitivo, simplemente por el aislamiento social, han empeorado muchísimo desde el punto de vista cognitivo.
—¿La exposición a pantallas perjudica a nuestra plasticidad cerebral?
—En realidad, no lo sabemos. Son estímulos cognitivos también. En principio, no influyen tanto, aunque hay mucha campaña en contra de las pantallas. Los niños son distintos, ellos sí que necesitan un desarrollo distinto y el que expongamos de manera directa y exagerada a niños muy pequeños a las pantallas no es algo positivo. Pero, en adultos, en principio, no tiene por qué influir. El problema es si sustituye a otras cosas: a hablar con gente, a hacer deporte, a leer un libro, a pasear. Entonces, es negativo. El problema que tenemos ahora mismo es que la facilidad que tenemos con las pantallas y el estímulo inmediato que producen en la mente hace que mucha gente las use como sustituto de otras actividades. Pero al final, la socialización puede darse jugando 17 amigos en el ordenador desde distintas partes del mundo. Son cosas generacionales, también decían antes que la gente no socializaba porque hablaba por teléfono. Es una manera distinta de comunicación y de socialización, no tiene por qué ser negativa. Es mejor eso que cero.
—¿Qué consejos darías para mantener nuestra plasticidad neuronal?
—Los hábitos cerebrosaludables son fundamentales para la gente. El cerebro hay que cuidarlo, porque somos nosotros, si no lo cuidamos, dejamos de ser nosotros. En determinado momento, no hay vuelta atrás. El ejercicio físico, la dieta mediterránea, pescados, legumbres, estar cognitivamente activos, y sobre todo socializar son los pilares que tenemos que mantener. Y hay que recordar que al cerebro humano le gusta esforzarse. Hemos avanzado gracias a que no nos conformamos, el cerebro humano es un gran inconformista, busca más y más. Es inevitable.