"Debemos volver a focalizar el cerebro. Una mente ociosa es una mente negativa"
dic, 2021
El cerebro ha sido el gran desconocido hasta hace poco. Encerrado en el cráneo, era prácticamente inaccesible para los investigadores, y esa es la imagen del cerebro que permanece entre el gran público. Sin embargo, la realidad es muy distinta desde hace dos décadas, un periodo en el que la neurociencia ha ido acumulando hallazgos sobre nuestro ‘centro de control’, donde se procesan las funciones fisiológicas pero también las emociones y sentimientos. Jonathan Benito, profesor e investigador de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Madrid, ha contribuido al conocimiento del cerebro (ha publicado en revistas internacionales de gran impacto, como ‘Nature’), y por eso conoce algunas claves para aumentar nuestras capacidades mentales y también nuestro bienestar emocional. Benito no se ajusta al modelo del científico enfrascado en sus trabajos y en su círculo de iguales, sino que proyecta la imagen de un comunicador que encandila a la audiencia. Porque a él lo que le gusta es compartir lo que sabe: “Mi campo, la neurobiología, avanza a una velocidad vertiginosa y tiene connotaciones que pueden ayudar a las personas a mejorar su bienestar emocional”, cuenta a Alimente. De la necesidad de llevar al público general ese conocimiento, y con la autoridad que le otorga su especialización como neurocientífico, “surgió la necesidad de escribir un libro”. El resultado: ‘Redefine lo imposible’ (Planeta), una obra que aborda el potencial de los humanos para transformar su vida a través de la formación de nuevas neuronas (neurogénesis). Un libro con tintes de autoayuda, “para que la gente mejore su vida, pero basado en la ciencia”.
PREGUNTA. Está confirmado que las neuronas se regeneran. ¿Cómo ha cambiado este hallazgo el enfoque de la neurociencia?
RESPUESTA. Hasta hace poco, estudiábamos, y aceptábamos, que las personas nacemos con un pack de neuronas y a partir de determinado momento tendríamos menos. Sin embargo, hubo un gran debate entre los neurocientíficos porque se había visto en algunos animales, como en el ratón, que había neurogénesis, aunque en humanos no se encontraba. Pero, como decimos en ciencia, ‘la ausencia de evidencia no es evidencia de ausencia’; es decir, no es que no hubiera formación de neuronas, sino que nosotros no la veíamos. La neurobióloga española María Llorens, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha descubierto en cerebros humanos que sí existe neurogénesis hasta edades de 87 años y es una neurogénesis muy robusta. Es decir, que hasta los 87 años el cerebro está generando nuevas neuronas, aunque en unas zonas muy concretas, el hipocampo, y este fue el detonante que me llevó a escribir el libro.
P. El hipocampo es una región relacionada con la memoria…
R. Esa es una visión muy simplificada (y muy extendida). Lo que no se ha difundido bien es su relación con el bienestar emocional. Hay experimentos muy sólidos que demuestran que en una depresión mayor existe un adelgazamiento del hipocampo; es decir, que no solo mueren las neuronas que nacen, también las que ya existían. La gran sorpresa fue que los antidepresivos modernos -cuya eficacia se atribuye al aumento de los niveles de serotonina- lo que hacen realmente es regenerar el hipocampo y así curan la depresión. Por tanto, neurogénesis es igual a bienestar emocional y más capacidad cognitiva.
P. ¿La capacidad de neurogénesis hasta edades avanzadas es lo que hace que las personas nos repongamos a las adversidades?
R. No es una respuesta fácil, pero lo que sí se sabe es que con un hipocampo sano es más fácil afrontar cualquier adversidad. Por el contrario, con un hipocampo enfermo no hay forma de sobreponerse absolutamente a nada. Tener el hipocampo sano para afrontar el desafío no es condición suficiente, pero sí necesaria. Dependiendo de la magnitud de la adversidad, se necesitarán determinadas herramientas (psicológicas y físicas), pero todo pasa por tener un hipocampo sano. Si no cuidamos nuestra neurogénesis, nos va a ir mal en la vida, seguro.
P. ¿Cómo podemos cuidar nuestra neurogénesis para prevenir la neurodegeneración y llegar a edades avanzadas? ¿Y para retomar nuestra vida?
R. Las enfermedades neurodegenerativas son un cajón de sastre donde caben diferentes procesos, incluso variaciones de uno mismo. Por ejemplo, en el alzhéimer, una enfermedad en la que el hipocampo es muy vulnerable, hay familias que tienen una predisposición genética muy fuerte, pero otras no. En el primer caso se puede hacer bastante poco (nada salvará al portador de esa genética), pero alguien que carezca de esa predisposición y cuide bien su hipocampo, retrasará mucho la aparición de enfermedades neurodegenerativas.
P. Empecemos a redefinir lo imposible. ¿Cómo puedo yo cuidar mi hipocampo?
R. Hay varias cosas. El primer sustrato tiene mucho que ver con la insatisfacción que tenemos a pesar de vivir en un mundo desarrollado, en el que tenemos de todo. Esto es por una cuestión de biología fundamental: la misión de los seres vivos es sobrevivir y reproducirnos, y de esto se encarga nuestro sistema nervioso. Todos somos herederos de cerebros que lo hicieron muy bien (los que no lo lograron no están aquí). Pero ahora que nuestro cerebro tiene todas sus funciones hechas (no tiene que cazar para comer ni que defenderse de depredadores) se siente a la deriva, y de aquí ese nivel de insatisfacción. Los problemas vienen por el exceso; nuestros objetivos se han distorsionado y tenemos que volver a focalizar el cerebro, buscar unos objetivos claros. Una mente ociosa es una mente negativa. También es necesaria la determinación, y finalmente la actitud (no la de estar feliz, sino del efecto placebo y nocebo). Y detrás de todas nuestras creencias, existe una arsenal bioquímico.
P. Pero también hay personas a las que neurobiológicamente les ‘falla’ algún neurotransmisor y tienen una actitud negativa por naturaleza….
R. Sí, hay una parte que viene impuesta por la genética y otra parte por accidente. Parece que, al menos, en nuestras manos tenemos el 60% de poder modificar nuestro cerebro con hábitos y distintas herramientas. Lo primero es tener unos objetivos claros y una actitud adecuada, aunque, sobre todo, hay que cuidar la neurogénesis para que todo esto funcione. ¿Cómo? Hay cosas muy básicas: el deporte, el contacto con la naturaleza y dormir suficiente. El deporte influye muy positivamente en el cerebro. Cuando se hace deporte, además de las endorfinas, se liberan anandamida, factores de crecimiento, osteocalcina (una proteína que libera el hueso, la envía al cerebro y se produce una remodelación de la arquitectura cerebral); es decir, aumentan las sustancias que activan la neurogénesis. Es una herramienta sencilla y es suficiente con hacerlo dos horas a la semana. Otra cosa es estar en contacto con la naturaleza. Esto está demostrado, y en Japón lo llaman los baños de bosque. Dos horas a la semana en contacto con la naturaleza aumentan la neurogénesis, y se pueden hacer las dos cosas a la vez (deporte y contacto con la naturaleza). Por último, es fundamental dormir bien, y la inmensa mayoría de las personas está por debajo de las 7 horas. Dormir es absolutamente esencial, y si no fuera así, la biología nunca hubiera apostado por él. Dormir poco tiene influencias negativas en todo el cuerpo, y sobre el cerebro las consecuencias son devastadoras. En el sueño se consolidan las memorias. ¿Cuánto hay que dormir? Hay que escuchar al cuerpo para saber lo que necesita. Dormir es irrenunciable, es lo más importante.
Un truco para dormirse en dos minutos: relajar el cuerpo, desde la cabeza a los pies, y alejar los pensamientos (el truco que mejor funciona es decirse 'no pensar, no pensar...'; es suficiente para dejar de dar vueltas).
P. Hablemos del tamaño del cerebro y la inteligencia. Parece que no existe una relación directa. ¿Cómo podemos hacer que el cerebro gane músculo para ser más inteligentes?
R. Este es un debate muy actual en neurociencia. Para los neurobiólogos, la inteligencia no es un concepto claro de definir, mientras que los psicólogos la establecen por un cociente intelectual. Encorsetar las cosas no es siempre bueno ni fácil en la naturaleza. Einstein era sublime en la inteligencia lógica, pero ¿y en las otras? Tal vez emocionalmente no fuera tan bueno. Una de las cosas que deberíamos aprender los seres humanos a lo largo de la vida es gestionar mejor la incertidumbre -que la llevamos francamente mal-, y al fin y al cabo es inherente a la vida.
Otra cosa que debemos aprender es a vivir más en el presente. El cerebro tiene un sistema por defecto y es que constantemente está pasando del pasado al futuro. ¿Cómo se para ese sistema? Con meditación. Hay tres cosas del presente: meditación, sexo y deporte. Si se desarrolla la capacidad de vivir el presente, se vivirá más tranquilo. No sé si mejor, pero más plácidamente es seguro.
P. ¿Y la microbiota? Cada vez hay más evidencia de su relación con el cerebro...
R. Hace muchos años que sabemos que una microbiota sana es un organismo sano. La microbiota tiene mucho que ver con el bienestar emocional, y durante el crecimiento, las bacterias intestinales están remodelando la arquitectura cerebral.
P. Si hablamos de cambios, no se puede obviar el efecto de la pandemia, la niebla mental que refieren muchos afectados y su impacto psicológico.
R. Aparentemente, el coronavirus no se introduce en el sistema nervioso. Pero que ha dejado secuelas es indudable. Yo creo que una de las cosas que más ha manifestado esta pandemia es la necesidad que tenemos de las relaciones sociales, de tocarnos.
P. ¿Cómo podemos resetear nuestro cerebro después de esta pandemia? Si se pudieran estudiar los cerebros, ¿qué encontraríamos?
R. Es imposible hacerlo, pero seguro que los hipocampos se habrán reducido. Ahora, más que nunca, es momento de hacer deporte: una hora y media o dos horas de deporte a la semana equivale a un tratamiento de antidepresivos. No es una alternativa al tratamiento para quien tiene depresión, pero es necesario también. Dormir bien y tener relaciones personales reales, no por las redes sociales. Son puntos para empezar a salir de esta situación.